EDUCANDO A BONITO

6 de setiembre de 2006

Todo comenzó cuando me despedía de Alicia con un largo beso apasionado, que fue abortado abruptamente por a la ruidosa aparición de un gato gris a rayas. Cautelosamente, se acercó mirándome fijo, preguntándose quien era ese sujeto que abrazaba descaradamente a su dueña.
-“Este es Bonito, mi hijo.”- Me presentó Alicia a su desconfiada mascota que no dejaba de vigilarme, ahora desde los brazos su propietaria.
-“Saluda a papi, Bonito.”- prosiguió mi novia, tomando una de sus patitas delanteras para saludarme, muy a pesar del felino.
-“Hola Bonito”- Saludé al minino, sin embargo, este saltó de los brazos de Alicia y se marchó indiferente con la cola en alto.
Cuando me puse la campera, me pareció percibir un olor rancio que no pude identificar debido a mi resfrío y al fuerte perfume de mujer.
A pesar del fuerte viento en contra, llegue a tiempo para subirme al último ómnibus y viajar sentado, fue entonces que un olor nauseabundo me abrazo para no soltarme, parecía venir de mi ocasional compañero de viaje, al cual miraba de vez en cuando con poca simpatía, y este a su vez, me devolvía el mismo gesto.
Para mi suerte, en la otra fila quedo libre el asiento de la ventanilla y me zambullí sin dudarlo.
Mi alegría duró un suspiro, aquellos efluvios me seguían por más que me cambiara de asiento, para peor, parecía invadir el interior del autobús, sospeché preocupado que podría ser yo el origen de aquel tufo, similar al que suele respirarse en el arroyo pantanoso. Pero no, me había puesto el perfume caro... no podía ser yo pensaba, entre tanto, sacaba el pañuelo para limpiarme la nariz.
Mis dudas se despejaron cuando aspiré de una bocanada aquel aroma pestilente, dibujándome una graciosa mueca de asco en la cara.
-“¡Es pichí de gato....!”- Descubrí con sorpresa e indignación. El gato de mi novia me había orinado la campera. Para esa altura, la calentura de los otros pasajeros había ahuyentado el crudo frío de esa noche, sus miradas parecían concentrarse en mi persona y temiendo que me bajasen a patadas, me saque la campera y la enrollé intentando así, frenar la expansión de aquel perfume singular. Pase el resto del trayecto entre los distintos matices, que iban desde el colorado vergüenza al rojo rabioso.
“¡¡Pero que gato de miércoles...juro que lo voy a matar!!” vociferé cuando baje del ómnibus, asustando a un mendigo que dormía a pocos metros.
La relación con Alicia terminó en casamiento y Bonito vino también con el paquete, para ese entonces, ya había olvidado el incidente de la campera, hasta cierto día. Cuando limpiaba la casa, volví a percibir el mismo olor proveniente de las cortinas del dormitorio, con bronca las tiré dentro del lavarropas pensando en como reventar al lindo gatito.
En otra ocasión, encontré infragante a Bonito haciendo de las suyas en la alfombra del comedor, con una agilidad nunca vista, lo tomé del cuello y le refregué el hocico contra su propio orín, para luego darle un fuerte puntapié que lo hizo traspasar la ventana, rumbo algún lugar del jardín.
Aconsejados por otros criadores de gatos, pusimos pimienta en aquellos lugares donde Bonito acostumbraba a dejar su “marca”, además de ponerle una caja con arena más grande, para que se diera cuenta donde debía hacer sus necesidades, como toda mascota normal, o por lo menos, no le errase tan alevosamente.
Pero ni la pimienta, ni las sacudidas que le daba cuando no estaba Alicia daban resultado, aquello era una guerra y la estaba perdiendo, como aquel partido de Uruguay ante Dinamarca, en el mundial de México ochenta y seis.
Una noche, asombré a Alicia con una cena especial, velas aromáticas, música romántica y el vino que le gustaba.
La velada fue un éxito, mi mujer quedó fascinada, abrazados entramos al cuarto y nos dejamos caer en la cama para levantarnos como resortes... la espalda de Alicia estaba húmeda como la colcha de la cama que despedía la inconfundible fragancia de Bonito.
Mientras se limpiaba, Alicia comentó seria:-“Antes que tu llegaras, el no era así...¿No le estarás haciendo algo cuando yo no estoy?”.
-“¿Qué decís?¡Para mi este bicho esta pasado de mimos! Necesita mano dura”- respondí, disimulando asombro y enfado.
- “Bonito no es ningún bicho, es como nuestro hijo. El percibe que no lo aprecias y por eso se descarga así, el pobrecito”- Me echó en cara mi mujer.
-“¿Así que soy yo el culpable que Bonito orine por todos lados? ¡No lo puedo creer! ¿Vos estas bromeando?¿Por qué mejor no llamamos a esos psicólogos de animales que están de moda?” - dije irritado.
La discusión terminó cuando se presentó el minino, pavoneándose, rumbo a los brazos de su defensora que lo esperaban abiertos; esa noche dormimos de espaldas y Bonito a su lado, que parecía disfrutar de aquella situación.
Los días pasaron, como los litros de agua jane en limpiar la casa de malos olores. Con paciencia, convencí a Alicia de capar al “nene-gato” como solución al asunto, que ya empezaba afectar nuestra relación marital.
Expusimos nuestro caso ante el veterinario y este nos recordó que era médico de animales, no consejero familiar, sin embargo castrando al gato meón, efectivamente, se terminarían los problemas que a él le competían. Cerramos el trato y a la hora estaba en la veterinaria, con Bonito en un bolso maullando de miedo, pues sabía que nada bueno le esperaba.
-“Lo siento Bonito, esto le va a doler más a mi billetera que a vos”- dije saboreando aquella dulce venganza.
Ayudando al veterinario a sedarlo, Bonito, en un último acto de zafar a su destino me mordió la mano, haciéndome ver todas las estrellas del firmamento en pleno día y sin telescopio.
Tras la operación, el felino pareció haber abandonado su peculiar conducta, en la casa se respiraba aire fresco, por fin, todo parecía haber terminado.
Una semana después, me estaba vistiendo para irme al trabajo, cuando olfateé un olor familiar, que, me hizo clamar al cielo con voz lastimosa –“¡No puede ser! ¿Por que a mi? ¿Que hice para merecer esto?”-
La única camisa disponible estaba humedecida por pichi de gato... Ese día, además de llegar tarde, mi camisa floreada causó sensación en la empresa.
-“Sí hay para hombres...”- Le repetí al cadete que era el tercero en hacerme el mismo chiste.
Hecho un ají picante, le di la buena nueva a mi mujer, dejándola plantada con la cena, retirándome a dormir temprano, con la esperanza de soñar con un rotwailler destripando al dulce gatito, pero hasta eso se me negó.
El domingo tras el culto religioso, fuimos a la casa de nuestra hermana y consejera espiritual, Raquel, una señora de unos sesenta años y otros tantos de férrea militancia religiosa.
Durante la conversación, Alicia, amargada, comentaba que nuestra tierna mascota, sufría de incontinencia urinaria y ya habíamos probado de todo sin resultado alguno.
La mujer quedó seria e inmóvil, como en trance por unos instantes, para luego aseverar con suspicacia que esa conducta, no era normal en gato doméstico, instando a aplicar inmediatamente métodos más radicales.
-“¿Cómo cuales?”- pregunté interesado.

Con esa mirada de quien busca palabras para suavizar la gravedad del asunto, aquella mujer habló: - “Puede que su gato, este influido por fuerzas oscuras.-”
-¡”No, Bonito no.....!”- Angustiada grito Alicia.
-“Para Raquel, no me digas que el demonio se apoderó del gato. O el diablo esta muy arruinado o nosotros nos estamos volviendo muy paranoicos.”- Interrumpí, sabiendo por donde venía la mano.
-“¡Vos siempre el mismo... mira que Dios castiga a los incrédulos!”- Se quejó Alicia que echaba chispas por los ojos.
-“Tu mujer tiene razón.”- Sentenció Raquel y continuó con voz atemorizante:- “Esta en la Biblia, no olvides cuando Jesús sacó a unos demonios de un hombre para echárselos a los cerdos. Los animales también son presas de las acechanzas del diablo. He visto perros mansitos convertidos en fieras asesinas, porque los pobrecitos comieron esas porquerías que dejan los macumberos en las esquinas...”-
La angustia reflejada en la cara de Alicia lo decía todo, por más que intentara hacerle ver lo disparatado del tema en cuestión, no me escucharía. Aquel delirio se había propagado como una epidemia; una señora me prometió ayunar por el gatito, otros elevarían plegarias por nosotros, que aparentaban ser los más normales.
Yo parecía ser el único vacunado contra aquel desvarío colectivo, llegué a creer que todo era un sueño loco, sin embargo, el fuerte pellizcón de Alicia me hizo saber que estaba muy despierto.
Sin más vueltas, Raquel, la matriarca de aquel grupo decretó:-“No temas Alicia, el sábado de tarde vamos por tu casa y hacemos una limpieza espiritual. Y tu, hombre de poca fe tienes que apoyar a tu esposa, porque así me lo dice el Altísimo”.
-“¿Viste, viste como tengo razón?¡No voy a dejar a Bonito en las garras de Satanás y tienes que ayudarnos, si tanto nos quieres!”- Me regaño Alicia, secundada por aquella mujer de gesto adusto.
Seguramente, el ángel de los gatos, me tapó la boca para no contestarles con un exabrupto. A cual de ellas mas rayadas que el pelaje del supuesto poseído.
Visto que estaba en desventaja, cambié de táctica y mi curiosidad por ver aquella exorcista de mascotas en acción, fue mas fuerte que yo, así que les seguí el juego.
El día había llegado, Raquel y Teresa se presentaron en casa con sus Biblias, una botellita de aceite bendito por Raquel misma, además de guantes y una bolsa de nylon.
-“Ustedes quédense en el cuarto, nosotras vamos a limpiar la casa, esto puede ser peligroso”- Nos aconsejó Raquel con mucha precaución.
.-“¡Sal demonio de este lugar, vete en el nombre del Señor!”- Repetía la mujer, que caminaba sigilosa y en alerta, salpicando óleo santo a discreción por toda la casa, tratando así de ahuyentar al enemigo escondido en algún rincón de nuestro hogar.
-“Mira Raquel...”- Señalo la otra mujer hacia la biblioteca.
-“Hmmm, este autor escribe cosas dañinas contra la sana doctrina, ponlo en la bolsa”- Sentenció aquella inquisidora, mientras “Las Memorias de una Princesa Rusa” se reclinaba sensualmente sobre otro libro, aprovechando el espacio dejado por la condenada obra de Paulo Cohelo.
La casa fue revisada de arriba abajo por estas “gestapo del bien” y al abrir un cajón del escritorio, Raquel exclamó victoriosa: -“¡Acá estas demonio!”-
La mujer tenia en sus manos, una pequeña medalla de oro de la Virgen, que también fue a parar a la bolsa de nylon.....cosa que no le gusto a Alicia, ya que esa medallita era un regalo de su abuela fallecida.
-“Raquel, esa medalla es un recuerdo de familia y el libro lo podemos cambiar por otro.”- Exclamé tratando de salvar aquellos artículos.
-·”No, no m’ijito, con el diablo no se tranza, esto hay que sacarlo de esta casa, ya”- Dispuso la mujer con cara de pocas noches buenas.
La entrada del “poseído” trajo esa calma que precede a la tormenta...Bonito cruzó delante nuestro con paso cansado, buscando su rincón preferido para dormir, sin pensar la que se le venía encima.
Alicia lo aupó en sus brazos como siempre, sin levantar sospechas y se lo presentó aquellas dos mujeres que esperaban agazapadas en el umbral del living.
Esta vez, en mi casa, el bien y el mal se batirían a duelo por las nueve vidas de Bonito y no tenía que pagar nada por verlo.
El gato cuando las vio, emitió un maullido corto de advertencia, por fin, en algo coincidíamos con el morrongo, tampoco a mí me gustaban esas cacatúas.
-“Mira, ya esta chillando el maligno”- Alertó la otra mujer a su compañera.
Raquel, indicó a mi mujer que le entregara el gato a Teresa, una especie de auxiliar exorcista, adiestrada espiritualmente para no aflojar ante las innumerables tretas, que podía usar el ángel caído en estas ocasiones. Digamos que la doña era de la barra brava del Eterno.
A Bonito, eso no le gustó nada y volvió a advertir su descontento con otro maullido, ya que, la última vez que lo sujetó un desconocido con guantes, perdió su virilidad.
Raquel unjió con aceite la cabeza del animal, mientras recitaba imperativamente plegarias de liberación. Bonito, no aguantó más y comenzó a retorcerse furioso, como si realmente tuviera al diablo dentro. El animal, luchaba con todas sus fuerzas por liberarse de aquella mujer, que lo tenía fuertemente aferrado contra su voluminosa humanidad.
-“¡Sufre demonio, sufre ante el poder de la luz, abandona a este ser ahora!”- Ordenó con firmeza Raquel al supuesto espíritu oscuro, que había invadido el cuerpo de nuestra simpática mascota.
Teresa, sin embargo, no contó que el gato la bautizará como lo había hecho conmigo anteriormente y lo soltó, ahí cometió un error fatal. Bonito convertido en una máquina de dar zarpazos atacó a su raptora y esta espantada, suplicaba que le sacasen al demonio de encima. Raquel corrió en ayuda de su compañera, invocando a viva voz asistencia celestial. Alicia también intervino, tratando de tranquilizar a su “criatura”, y en ese entrevero, aproveché para esconder la bolsita en un lugar seguro.
Bonito, pareció correr por la pared en su loca huida de aquellas mujeres, que, lo perseguían sin cuartel por toda la casa recitando salmos y oraciones.
Sumidas en su lucha contra los poderes demoníacos, las exorcistas no tuvieron en cuenta que endiablado o no, un gato acorralado, puede transformarse en una bestia salvaje. Y eso fue lo que pasó, luchando por su pellejo, Bonito brincó encima de la cabeza de Raquel, prendiéndosele como un abrojo.
-“¡Déjame engendro de Satanás...!”- Chillaba la mujer corriendo de un lado para otro despavorida, entre tanto, Alicia y Teresa observaban sin saber que hacer.
Aquel minino me sorprendió con sus grandes dotes de jinete, por más potentes que fueran los corcoveos que daba aquella exorcista en apuros, no lo hacían caer. ¡Que destreza!
-“¡Hace algo, por favor!”- Me suplicó Alicia impotente.
Y como buen caballero, decidí intervenir lazándoles un baldazo de agua, poniéndole fin a esa doma singular, impartida por nuestro gato.
Bonito, escapó por la puerta del fondo para alcanzar la seguridad de las azoteas en segundos, emulando a sus veloces primos guepardos.
Así terminó aquella contienda contra los poderes de la oscuridad, dejando a estas mujeres maltrechas y rasguñadas por todos lados, pero con el orgullo engrandecido por la satisfacción del deber cumplido.
-“Hoy hubo victoria en esta casa.”- Proclamó Raquel y continuó su discurso: -“Tu gato ha sido liberado. Ahora está confundido por la experiencia terrible de una posesión diabólica. No te preocupes, volverá a ser la mascota cariñosa que era antes. Si vuelve a orinarte la casa, seguro que no será por causa del diablo.”-
Alicia se los agradeció profundamente, yo me despedí rápido, para no soltarle mi carcajada en la cara, porque sino el exorcizado iba a ser yo.
Para sorpresa de todos, Bonito dejó de orinar por los rincones, tal vez, había madurado a fuerza de golpes o comprendió que, era mejor aceptarme como su dueño antes volver a caer en las garras de esas viejas locas.


Fernando Sorrenti

2 comentarios:

Mariolo dijo...

No sería el antecesor del Gato Montés?, jaja
Como siempre, muy buenos sus cuentos, sus historias. Ud va a ser un buen padre, un buen abuelo, un gran tío, uq econtará historias lindas a los gurises .... (aquí debe escucharse un final de milonga).
Arriba Fer. Podés poner alguna imagen

Ferchu dijo...

Si jejejeje no me asustes con eso de padre jajajaja....pero seguro que "Bonito" es primo o hermano del "Gato Montes" de eso ponele la firma.