El Maturana un sentimiento...

2 de mayo de 2007


Los cien años del Colegio Maturana desataron en mí, una catarata de emociones que dejaron en la orilla del presente gratos recuerdos de cuando cursé mis estudios en esa noble institución.
Aun recuerdo el primer día, Don Bosco me daba la bienvenida con una cálida sonrisa desde una imagen en la entrada misma del colegio, parecía infundirme confianza para volver a empezar, ya que venia de otro instituto educativo totalmente distinto al espíritu salesiano. Los recreos de bolita, tapaditas y fútbol, me conquistaron enseguida y allí hice amigos con quienes vivimos juntos aquella aventura de aprender.
Aunque me dijeran algunos: “Lastima que no te tocó Escuadróni”, un maestro que era toda una institución; mi maestro de segundo de escuela lo recuerdo como una persona afable e inspirador de confianza.
En tercer año, mi maestro era un flaco humilde, sencillo, gracioso y muy didáctico para enseñar y corregir. Aprendí mucho con él.
Al año siguiente, tuve a otro gran educador y avanzado estudiante de medicina, cada vez que me atacaba de asma, el me atendía y me administraba la medicación, más tarde me lo encontraría ejerciendo su profesión de medico en los pasillos mi mutualista, chico el mundo.
Y como olvidarme de Cristina mi maestra de quinto año de escuela, una madre para todos nosotros, a través de Betty, mi maestra particular, siempre tenia noticias de ella.
Recuerdo que en la fiesta de fin de año, el tema central, era la historia patria, a mi me tocó hacer el papel de esclavo. Dice mi madre ubicada en la platea que, atrás de ella, alguien dijo risueñamente: -“Mira que gordito está ese esclavo, seguro que le robaba la comida a los amos”- Mi madre no pudo aguantar la risa y yo creyendo que hacía el papel de mi vida.
En sexto, tuve a Reina, al principio me pareció un poco antipática, pero después se me reveló como una mujer muy dulce, excelente maestra.
Tampoco puedo olvidarme de la profesora de canto y su piano, allí me di cuenta que cantar no era lo mío... mis compañeros me embromaban cuando cantábamos “Torna a Sorrento”, le cambiaban la ultima letra por la “i” y todos cantaban “Torno a Sorrenti”.
El pasaje al liceo fue algo novedoso, dejaba la túnica para ponerme el saco azul y con ello ir a las aulas del piso superior donde estaba aquella especie de museo que tanto me llamaba la atención, tal vez allí, nació mi afición “requechera” de cosas a mi entender valiosas.
En secundaria, tuve la fortuna de tener docentes que no solo se limitaban a dar la clase, sino que se preocupaban por nuestra evolución en el aprendizaje de las materias.
Nunca olvido a la profesora de Matemáticas que, casi le da un infarto cuando me saque un 6 en un escrito; ella creía que había copiado, pero esa vez, sí había estudiado duro. Después estaba la profesora de Francés, una señora con mucha clase y estilo, así la recuerdo.
Tampoco olvido a la “pequeña Lulú”, profesora de idioma Español, la llamábamos así por su peinado...espero que no revise este artículo gramaticalmente porque seguro me manda a “febrero”. En geografía tuve a López Pita padre e hijo, si, a los dos, unos genios ambos. López Pita padre si te agarraba distraído te bajaba a la realidad de un tizazo...¡Que puntería tenia!. El hijo, usaba otros medios igualmente persuasivos, o estabas atento o tenias que dar la clase vos. Era persona muy simpática, le decíamos cariñosamente “el conejo” por razones obvias.
En segundo año, recuerdo a Tocco, el profesor de historia, también conocido por ser director técnico de inferiores en varios clubes. ¡Qué charlas que teníamos de fútbol!
También estaba “el lagarto”, El profe de física, todo un personaje, antes de cada escrito nos revisaba hasta las lapiceras bic y se paseaba por los pasillos como un carcelero, no conozco a nadie que se haya atrevido a copiarle y viva para contarlo.
Tampoco olvido al asombrado profesor de carpintería cuando le pegue un macetazo al banco que estaba armando, lo que vendría a ser una de las patas se partió, volando los pedazos para todos lados; si era medio bruto para ese tipo de cosas.
Y como podría olvidarme de los adscriptos, Magadan y los hermanos Romero, gente a los que podías confiarle cualquier problema que seguro una solución te iban a encontrar.
Con orgullo digo que uno de mis catequistas fue el Padre Mateo Mendez, siempre comprometido, siempre solidario. En segundo año, iba mal en mis estudios y fue una llamada de atención de él que me pego en el orgullo propio, ocasionando que descubriera por mi mismo que los libros no mordían y pude así levantar mi rendimiento.
Si, los salesianos se interesaban por nosotros, cosa que en otros ámbitos de enseñanza no se da, lo sé por experiencia propia, el Maturana es una familia, no es un slogan.
El profesor de gimnasia, Aníbal Pardeiro, lo tuve desde la escuela hasta el liceo, nos hacia correr diez vueltas seguidas a la cancha contra Burucayupí, si antes me parecía interminable; hoy me es imposible, creo que ni a la mitad de la cancha llego, siempre le fui un hueso duro de roer.
Tuve el gusto de tener en Educación Moral y Cívica, a Julio Gemelli, todo un caballero, el primer y único hincha de Fénix que conocí hasta ese momento, el Maturana te deparaba también ese tipo sorpresas.
Y como olvidarme de los directores Tadeo y Zwinski. Y de los curas: Diaz, Baztarrica, Alonso, Rodríguez, Sanabria, Collazi cuando apenas era un seminarista, entre otros.
Aun todavía recuerdo a mis compañeros, como Sommaruga que dos por tres me lo encuentro por la calle, el “flaco” Castro que siempre pasaba con su bicicleta por mi casa de Ramón Márquez, Alejandro Luzardo un fiel seguidor de la causa tricolor, Acosta, Alejandro Palau, Fernando Eloy, Pablo Fattorini, los fatales hermanos Aiscar, José “Chito” García, Gustavo Nicoletti, Gonzalo Alcaraz que, me lo encontré años después, Alvaro Parada, Carlos Güimaraens, Fabian Coito que llego a ser jugador profesional, Julio Conde que también compartía la afición por la numismática, Richard Moliné un tipo risueño, alegre; Graña un rubiecito con cara de tranquilo pero solo eso, Gustavo Cerutti, Santiago Christopfersen que se convirtió en sacerdote salesiano, ya desde joven resaltaba por ser un alumno modelo, querido y respetado por todos, entre otros compañeros que solo recuerdo sus caras lamentablemente.
Las mejores kermeses sin duda alguna son las del Maturana, allí todos ganábamos, recuerdo el stand del avioncito donde estaban los mejores premios y lógicamente repleto de gente. Y la cárcel, donde mandabas para adentro por unos minutos aquel compañero que no pasabas mucho, o si le gustabas a una chiquilina, ella te mandaba preso por robarle el corazón, una forma de llamarte la atención sin dudas.
Gracias a las excursiones con los salesianos conocí medio Uruguay....Minas donde adquirí mi gusto por los “serranitos”, Durazno, la ciudad de donde nació mi madre, Canelones, Rocha, Florida, Colonia y su ciudad histórica,
Estaban también los “sabatinos” donde los curas armaban campeonatos de fútbol, nadie quedaba afuera, crack o pata dura, todos jugábamos y nos divertíamos a lo grande.
Jugábamos al fútbol con unas pelotas de goma azul, que no encontrabas en comercios, eran únicas, siempre nos esperaba al costado de la papelera, era una compañera más de todos los recreos.
Soy de la época del ombú, al que tantas veces fui a su sombra a degustar la merienda que me preparaba mi madre. Hoy ya no está... que pena.
Siempre me acuerdo del Administrador, Don Durán, llevando las cuentas detrás de aquel antiguo escritorio y de su citröen 11 ligero parado en la puerta del Colegio.
Viejas bañaderas nos llevaban y traian del Maturana a casa. La de Carlitos era la mejor, pero yo viajaba en la “catramina” de Abel, un chofer simpático de aspecto hippie al volante de un Reo de los años cuarenta, cada vez que agarraba un empedrado parecía desarmarse.
Maturana supo tener su equipo de fútbol en la Liga Universitaria, era un hueso duro de roer.
Es reiterativo decir que del Maturana salieron grandes jugadores como el Mariscal Nasazzi, Fernando Morena, Daniel Carreño y Enzo Francescoli.
Debo confesar que mi experiencia por el Maturana ha sido más que buena y no dudo en recomendarlo cuando alguien anda buscando un colegio para educar a sus hijos, a pesar que hoy ande distanciado de la Iglesia Católica, no olvido los valores que me inculcaron en el Maturana, que hoy me hacen ser quien soy. ¡Al Maturana por siempre Salud!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Feliz cumple, jajaja
cuantos recuerdos

Mariolo dijo...

Cuantos recuerdos y que bueno, que lindo, que envidia sana.
La verdad que si, como decis al final, uno que piensa a donde manadar a su hija, lo dejas pensando con todo lo que decis.
Cuando decis de la catramina manejada por un hippie, me imagino al que lleva a los gurises en Los Simpsons, jejeje
Muy bueno todo Fer.
Felicidades.

La Vero dijo...

Uhh que lindo recuerdes asi al colegio que fu parte de tu vida de niño...
Yo tambien tengo muy buenos recuerdos del mio pero no tanto detalle como vos...
Feliz cumple al colegio y a vos por haber sido parte de esos 100 años.