Codeandome con las Estrellas, Valor

27 de setiembre de 2009

CODEANDOME CON LAS ESTRELLAS, VALOR

En Miami, nos instalamos en primera instancia en el Hotel Continental, un poco decaído, supo tener días mejores sin duda, pero la atención fue buena, como anécdota, previo al “Memorial Day”, una fecha en que se recuerda a todos los caídos en combate, se reúnen gente de todos lados del país. La Ocean Drive era intransitable, los gringos dándole al chupe descontroladamente, pero sin meterse con los demás, cada uno con su grupo. Todos los boliches hasta la boca de gente. El ánimo era totalmente festivo, lo que traía como consecuencia que a altas horas de la noche oyeras risas y pasos por los pasillos, te juro que aunque gemían no eran almas en pena, tal vez, algún “fantasmón”, de esos que nunca faltan. Un detalle que descubrimos es que las paredes eran de yeso y madera, podías escuchar todo lo de tu vecino y viceversa. Así que, tenías que tener cuidado en ciertas ocasiones intimas porque todo el hotel se enteraba de lo que estabas haciendo, pero si mordías una toalla solucionabas en gran parte ese inconveniente.

Nuestros vecinos de la pieza de al lado, no tuvieron ese pudor y recato, muchas risa y otros ruidos, en fin, déjala ahí, estamos en horario de protección al menor.

Al otro día, quede congelado, no podía dar crédito a mis ojos, allí estaba el auto mas perfecto del mundo…¡¡Un Rolls Royce!!

En medio de mi contemplación mística, aparecen tres morenas exuberantes, mostrando todos sus atributos, pensé que eran “masajistas”, pero no parecían tener pinta de haber hecho ese tipo de curso. Bah, más bien de esas que nunca agarraron un libro.

Comenzaron a sacarse fotos delante del auto, desplegando todo un show medio bizarro. La cabeza de unos motoqueros que pasaban por allí, se dieron vuelta como lechuzas, unas pintas, eran como salidos de esas películas de pandilleros, chalecos de cuero, bigotes gruesos, botas de cuero negro… los tipos les gritaron de todo, es más, pararon sus Harleys y fueron a preguntar si había lugar en el hotel….Ya me veía esquivando motos y botellas en los pasillos del hotel, pero por suerte, no había lugar.

A todo esto apareció, un moreno flaco y alto que a paso cansino, con los pantalones que se le veía la mitad del tujes, porque esa es la moda, saco de sus bolsillos unas llaves y se subió al Rolls Royce como quien se sube a un Fiat 600… ¡Que poca clase, Valor! No hay caso Dios le da pan a quien no tiene dientes. Las morochas terminaron su sesión y se subieron también, dejándonos todos atónitos.

Al otro día, nos enteramos que el moreno era jugador de Orlando Magic… y uno ni siquiera le pidió un autógrafo o camiseta.

La otra cara de Nassau...

18 de setiembre de 2009

La entrada al puerto de Bahamas fue algo espectacular, el agua esmeralda, las playas hermosas... cruceros y sobre todo un velero español muy majestuoso, nos estaban esperando.

Una vez que arribamos, bajamos para un tour por la parte histórica de la ciudad, nos pareció mucho más enriquecedor conocer ese lado de la isla del que poco se menciona, algo así como “La otra cara de Nassau”, pero sin Alonso.

No nos atrajo mucho ir al lujoso “Complejo Atlantis”, no sé, tal vez la cara del asesor de compras que salía en la televisión del crucero haya influido en nuestra decisión, tenía cara de vendedor de autos usados, daba menos confianza que la defensa de Peñarol.

Dicho complejo según la promoción del crucero, ostenta de un lujo que jamás imagine que existiera en la tierra, no exagero, allí hay un centro comercial que se te caen las medias y te tiembla la billetera. ¡¡ Por el viejo Platón, Atlántida hubo una sola, no me la bastardeen así, por favor!!

Así que, por salud económica, con Mariela nos subimos a la camioneta ya contratada junto con otros turistas y salimos a conocer la pintoresca ciudad de Nassau.

La ciudad es muy humilde, se nota que esta descuidada, antes estaba bajo la administración inglesa, pero solo los uniformes de los policías, tenían cierta reminiscencia de la anterior administración.

Paseamos por una ciudad de calles estrechas, sin árboles, como dije antes, muy descuidada, se veía muchas casas humildes, solo el centro de la ciudad estaba digamos aceptable, transitado por muchas personas, en su mayoría turistas. Pasamos por la antigua Catedral y por la iglesia bautista del chofer que con mucho orgullo mostraba el viejo galpón que oficiaba de templo. Pero que le ibas a criticar al morocho que media dos metros y tenía unas manos que si te agarraban, te dejaba dando vueltas como un trompo por todo Bahamas.

Fuimos a un castillo, o un puesto de baterías de cañones que custodiaban la bahía de los piratas u otras visitas indeseables.

El lugar era pequeño y no estaba en buen estado, una pena, porque podrían hacer un museo u algo así, solo había un par de cañones, pero desde allí tenías una vista muy buena. A la salida estaba un mercado de chucherías, al mejor estilo de nuestras ferias artesanales. Mucha gente dando vueltas, por precaución no sacamos nada de valor a relucir. Compramos sí algunos souvenirs. De regreso nos topamos con un veterano que nos explicaba sobre la historia de un pasaje natural, como una cantera escalindada que usaban los soldados para replegarse y/o trasladarse a otro punto de la isla rápidamente. Con solo ver las escaleras e imaginarme bajarlas y subirlas, ya me dolían las piernas, así que solo me conforme nomás con mirar a la sombra de un árbol.

Otra construcción que nos mostraron como la novena maravilla del mundo, fue la torre de agua, que es un inmenso tanque de agua, no sé, me dio una sensación rara, que aun me cuesta definirla, es como si le mostraras a unos extranjeros los tanques de OSE del Cerrito de la Victoria como una de las mejores construcciones de la ciudad.

La zona me parecía a la de un barrio de la zona sub urbana de Montevideo, no te miento, ahí te das cuenta que hay dos realidades en las Bahamas, no todo es el complejo “Atlantis”, valor. Hay algo que las agencias de viaje se olvidaron de contarnos de este paraíso del caribe.

El otro punto del tour, fue al zoológico, que lugar peculiar, un lugar ecológico, con muchas plantas, me hizo acordar por momentos al jardín de mi vieja que tenía en la casa de Ramón Márquez, pero con la única diferencia que las fieras eran una gata vieja y una simpática collie. Los bichos, eran fundamentalmente fauna de la zona. Había unos loros de hermosas y coloridas plumas, los podías tocar pero antes había que lavarse las manos, a pesar de lo humilde que era el lugar, los empleados se esmeraban en cuidarlo.

Desde unos árboles, los leopardos miraban resignados como los flamingos se paseaban frente a su jaula con total desparpajo.

También estaban una coquetas aves, entre ellas un pavo real que desplegó todo su fino plumaje, era la vedette del lugar, parecía decirnos con su actitud, “mírenme estoy acá”.

Luego vino el espectáculo singular de los flamingos amaestrados por un entrenador muy especial. El hombre vestía un traje militar, color crema, lentes dorados como los que usa el planchaje por estos lares y unos championes rojo que le hacían juego con su pañuelo atado al cuello.

Lo cierto que el hombre emitía un sonido gutural gracioso que lograba formar a todos las aves y que lo siguieran como los perros a su dueño. A partir de ese momento, acuñamos ese sonido gutural para decirle al otro que se apure ante la mirada extraña de los vecinos.

A la vuelta recorrimos los comercios del lugar, si no fuera por el idioma y los garotos, diría que estaba en el Chuy. La ropa y los souvenirs, no estaban tan baratos como en Miami, es más tampoco la atención era muy buena que digamos. En un lugar, tuvimos que esperar a que la cajera terminara de conversar para pagar. No les importa, porque siempre están llegando legiones de turistas, si vos no le compras, el que llega atrás si.

Antes les vendían espejitos de colores, ahora es al revés, te lo venden a vos.

La Aduana de Nassau es bien como lo presentan esas películas que se desarrollan en el “patio trasero” del imperio.

A la vuelta, cuando reingresamos a yanquilandia, el oficial de aduana puso su cuota de suspenso; miraba mi visa, me miraba a mí, volvía a mirar la visa, otra vez me miraba… yo quietito y serio como blandengue, hasta que por fin, se canso de jugar al serio y me dejo pasar.

Por el Caribe Azul

8 de setiembre de 2009

Siempre decía en broma que me iba de licencia a un crucero por el caribe, por no decir que me quedaba acá nomás, haciendo “azotea beach”. Un viaje así nunca se me cruzó por la cabeza, ni en mi más loca fantasía creí que algún día recorrería aquellas azules aguas que solo veía en los programas de la televisión. Pero se nos dio a Marie y a mi, por eso nunca digas nunca, todo es posible.

Una vez pasado todos los trámites de embarque, nos subimos al crucero “Imagination” de la empresa Carnival. Ya de entrada, en la barra de recepción había un gringo rodeado de sus amigotes, eufóricos y a los gritos pelados, chupando alcohol como sabañones, pero se notaban que estaban tan emocionados como nosotros de estar allí.

Nosotros, estábamos mas perdidos que la clasificación de Uruguay al mundial, no encontrábamos ni los camarotes y ni el lugar donde nos tocaba cenar, resultado, recorrimos todo el barco, conocimos al personal del buque, muchos filipinos, indonesios, europeos del este, ninguno que hablara español. Allá a las cansadas, cuando ya nos preparábamos para dormir a lo linyera en algún rinconcito de los pasillos, apareció un camarero que hablaba español y nos indicó adonde debíamos dirigirnos…estábamos a pasos de nuestro camarote.

Todas las noches el camarero asignado a nuestro cuarto nos dejaba figuritas de toallas y dos bombones, una atención que te hacía sentir como en casa.

Ya una vez ubicados en el barco, salimos a disfrutar de la cubierta, donde nos tomamos un cóctel de bienvenida, al pie de la piscina… ¡que fashion, valor!

El barco ese día se movía como ómnibus en calle empedrada, pero eso no impidió que cenáramos como si fuera la última vez. En una de las cenas, conversamos con el mozo que resulto ser panameño. Igual que Dely Valdez le respondí, la cara del mozo se ilumino y juntos recordamos los goles del Pana-gol, desde ese momento la atención fue preferencial para nosotros je.

A la vuelta Marie se sintió mareada y me pidió que le consiguiera unas pastillas anti-mareo. Tuve que apelar a todo mi ingenio para llevar a cabo esa misión, apenas sabía ubicarme en el barco, mi ingles es pésimamente malo, tenía todo en contra pero igual salimos a la cancha, todo sea por el ser amado, carajo.

De memoria, llegue a la sala central del crucero, allí encaré a una recepcionista y le dije en cámara lenta: “Ne-ce-si-to pas-ti-llas pa-ra el ma-reoo”

La rubia me respondió con acento gringo: “No entender”

Entonces con mímicas, le hice gestos de tomar una pastilla y de estar mareado.

La chica sonrió y con un “Ok”, me entrego un blister de pastillas antimareo. Después de todo me sirvió para algo jugar a “dígalo con mímicas”.

Al otro día, nos levantamos y a cubierta, piscina y sol hasta que la piel se me arrugó je. Con Marie notamos que había distintos grupos, estaban los que iban con sus familias, los recién casados, las barritas de amigos y amigas y por último, los solos y las solas. Cada grupito en la suya sin molestar al otro, pasarla bien era la consigna en general. Me sorprendió la cantidad de alcohol que tomaban los gringos en general: Vodka, Cerveza, Whisky, alcohol de primus….todo servía.

El almuerzo era tipo tenedor libre, mucha variedad que aprovechamos a degustar y disfrutar del momento. Pero todo no podía ser felicidad, en la mesa de al lado, donde estaba una familia, aprovechando que esta no estaba, una gaviota se poso en la mesa y se lastro todas las papa fritas con total impunidad. Algo curioso que note de este plumífero rastrillo, fue la disposición de sus plumas, me hizo acordar a la campera alfa polar…

Asistimos a un espectáculo musical en la noche muy bueno, “Living in American” creo que así se llamaba. Las voces espectaculares, como así la coreografía desplegada, que me venís con los musicales de Tinelli, por favor.

El crucero tenía una sala de juegos impresionante, desde black jack, ruleta, póquer, maquinitas, payana, hasta roba montón, en fin, el juego que quisieras, daban ganas de probar suerte y eso que más del cinco de oro no paso.

De noche paseamos por la cubierta, disfrutando del hermoso cielo estrellado, a pesar que anduvimos por el triangulo de las bermudas, no paso nada extraño, ni siquiera una luz mala, solo unos gringos mamados hasta las patas, cantando desafinadamente. Dejate de embromar casi presento una queja, pero me dijeron el costo de nuestros pasajes no incluian fenomenos extraños, esos tenian otra tarifa y bueh, tuve que conformarme con el baile de los mozos, como lo unico extraño

La llegada al puerto de Nassau, Bahamas fue espectacular, el agua color jade, el color de la arena, algo que quedo grabado en mi mente, era todo paradisíaco.

Debo reconocer que trabajar en un crucero, será muy lindo, ganaras muy bien, pero debe ser muy difícil laburar en donde todos se divierten, yo no aguantaría.

En el post que viene les cuento nuestra visita a Bahamas…