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EN TREN DE CUENTO

21 de noviembre de 2009

La estación lúgubre, relegada a un costado del puerto, duerme, sueña con volver a vivir tiempos mejores. Al contemplarla tan silenciosa como sus custodias de hierro, incondicionalmente fieles a ella, vigilan aún su entrada..
¿Pero que hacía ahí, en esa abandonada terminal de ferrocarriles pasada la medianoche?
Las vías oxidadas me confirmaban que había llegado muy tarde, el último expreso ya había zarpado hace mucho tiempo, llevándose a sus últimos habitantes … Me corrijo, una rata acaba de pasar entre mis pies, apurada, nerviosa, como otrora los viajeros corrían a los vagones para asegurar su partida sin demoras. Salvo que ella corría por demorar lo inevitable, desde las sombras, dos luces fantasmagóricas la siguen atentamente, no había escapatoria, su boleto estaba expirando. El drama de la vida y la muerte a mis pies y yo preguntándome de donde provenía ese hedor nauseabundo que, como un luchador aplicaba su llave trituradora a mis pulmones hasta dejarlos sin aliento. Había descubierto el baño de los indigentes que pernoctaban en el lugar.

Mientras caminaba en busca de aires más benignos, de forma inesperada fui encandilado por una luz que surgió de la nada, asustando a las sombras que corrían por todo el recinto a ocultarse entre los recovecos.

-“Permítame presentarme señor escritor, soy Luis González, el maquinista del Expreso Fantasmal. Quería ponerle tren fantasma, pero alguien me copio la idea y me ganó de mano, no se puede confiar en nadie, ni a los muertos ya respetan, mire. Disculpe que no le de la mano, es un problemita que tenemos los espectros con los corpóreos y viceversa.” - Así se dio a conocer ese singular espíritu petizo y retacón. Toda mi cara era una graciosa mueca, producto del asombro y la incredulidad de lo que estaba viviendo.

-“Un gusto”-Apenas balbucee mientras trataba de reponerme a la situación.

Como sí me conociera de años, allí mismo, me contó que por causas difíciles de explicar, aun para él que transitaba por el otro riel de la existencia, logró encontrar un empalme con las vías de este mundo y cada tanto vuelve con un objetivo, que alguien narre su historia y la de sus compañeros de viaje, tan fantasmas como el.

-“¿Por qué me eligieron a mí?” Hay tantos buenos escritores, yo recién estoy empezando, no sé si tendré las cualidades necesarias para ser un escritor. Te puedo dar algunos nombres- Le sugerí a mi interlocutor fantasmal, pero el movió su cabeza negativamente. Me manifestó que me habían elegido a mí por razones misteriosas que no podían revelar por mandato de fuerzas superiores.

-“Vamos, no podemos estar toda la noche esperando a que se decida, si no quiere déjalo, ya encontraremos a otro más dispuesto.”- Gritó una voz potente desde la locomotora espectral.

-“Callate Rodríguez, no apures al señor escritor, todavía no aprendiste lo que te paso por atropellado. Anda a vigilar la caldera, por favor.”- Retrucó molesto aquel maquinista etéreo.

Picado por la espina de la curiosidad, pregunté -¿Qué le paso a Rodríguez?

Luis me miró fijo y me lanzo una propuesta desafiante: -“Subase al Expreso y lo sabrá. Usted precisa un cuento, nosotros necesitamos alguien que escriba sobre nosotros. Entiende, tómelo o déjelo”-

No lo pensé más y acepté aquella oferta, parecía una buena historia, mejor de las que tenía en mente.

A medida que subía aquel vagón espectral, tenía esa sensación cuando te calzas por primera vez, zapatillas con cámara de aire.

El agudo silbato de aquella fantástica aparición, inició su partida de la que una vez fue la más importante estación ferroviaria del país.

Su andar era silencioso como una procesión rumbo a la cripta, ni siquiera se escuchaba el clásico ruido de las ruedas cuando pasan entre los tramos de los rieles. Era la quietud de lo que ya no tiene vida, esa era la atmósfera que reinaba en ese vagón.

-“Por favor, siéntese, póngase cómodo, perdone que no le sirva nada para tomar o comer, como vera hace tiempo que abandonamos esos habito”.- Se excuso Luis cortésmente.

Rodríguez, que hasta ese momento estaba mudo, suspiró nostálgico: - “Ah, lo que daría por volver a tomar unos amargos como solía hacerlo entre parada y parada. Me levantaba el ánimo, vio. Me ayudaba a completar la jornada, ahora se me hace interminable.”-

Aquella alma desgarbada, blanca como un mármol, me confesó que trabajaba en la compañía de trenes desde los doce años y se conocían con “el petizo”, como llamaba a Luis desde el primer día de trabajo, formando desde entonces, una amistad tan sólida como el acero de la locomotora que piloteaban. Eran un equipo de trabajo formidable, casi perfecto, si no fuera por ese error. Y allí calló abruptamente.

-¿Qué error Rodríguez?- le interrogué mirándolo fijamente a sus ojos como tratándole adivinar sus pensamientos.

Luis intervino en la conversación, excusándose por el silencio de su amigo, mientras lo consolaba, le repetía: -“Ya te perdone, amigo, ya te perdone.”-

Atrás de ellos, fueron apareciendo más figuras etéreas, todas iban entregándome sus historias que recibía con la solemnidad del caso.

Como una aparición angelical, entró Teresa, una mujer elegante, de delicadas facciones y tan pálida como la luna misma. Su rostro me resultaba conocido, ella era una pasajera, volvía a su hogar en Pando, pero nunca llego a destino. Solo me encargo que le comunicara a su familia que estaba bien y cuidaran mucho de su jardín que tanto añoraba.

Esas últimas palabras hicieron un clic en mi cabeza, de pronto recordé que mi abuela contaba sobre una hermana suya, muy bella, que había fallecido en un accidente de trenes cuando ella apenas era una niña y se llamaba también Teresa. ¿Sería ella?

-“¡¡La caldera, Rodríguez, la caldera!! ¡¡Otra vez te olvidaste otra vez de controlarla!!” – Grito el maquinista espantado.

Ambos corrieron hacia la sala de máquinas y yo atrás de ellos, tenía que saber de que se trataba el asunto ese de la caldera.

El pasador que controlaba la válvula de presión de la caldera maestra del tren, se había atascado, encaprichada se negaba a girar a pesar de los denodados esfuerzos de aquellos dos hombres por doblegarla. La velocidad iba en aumento, así como los latidos de mi corazón, pensé en tirarme, pero el miedo me paralizaba.

Los conductores se habían resignado a su suerte, total ya estaban muertos que otra cosa le podían pasar. Fue entonces que, guiado por mi instinto de conservación, tomé la bronceada llave niveladora con todas mi fuerzas y para sorpresa mía, cedió dócilmente, logrando de ahí en mas, el control total de la situación.

-“Ah, así funcionaba la cosa...tenia que ser un vivo quien girase la llave.” – expreso sobreactuando, el petizo González, mientras le hacía un guiño cómplice a su compañero.

-“Gracias escritor, nos liberaste de este circulo maldito en el que estábamos encerrados a revivir una y otra vez esta fatal instancia.”- Me agradeció Rodríguez, siguiendo la consigna de su compinche

Los demás pasajeros se unieron aquel festejo un poco exagerado por cierto, sin dejar de insistirme que narrara sobre ellos y esta noche en particular.

El tren se detuvo en la Estación Bella Vista, mi viaje había terminado. Agradecí a esas “ex – almas en pena” por haberme elegido como el portador de sus historias, prometiéndoles que cumpliría con sus deseos.

-“Hasta acá llego su viaje amigo, de aquí en más todo queda en sus manos si quiere dar a conocer nuestra historia. No olvide que la promesa dada a un occiso es un hecho, además de traerle toda la mala suerte habida y por haber.”- Me advirtió aquel viejo y bandido maquinista.

-“Todo fue una mentira para lograr lo que querían, que escribiera sobre ustedes. No se si alegrarme o lamentarme que ya no estén entre nosotros”- Le respondí

El sonrió y se despidió: -“Siempre vamos a estar entre ustedes, siempre. Algún día nos volveremos a encontrar. Adiós.”-

-“Esperemos que no sea pronto, adiós amigos”- Les devolví el saludo desde el anden de la estación, mientras desaparecían en un fogonazo de luces amarillas, verdes y rosadas.

EL FERCHU

Comparto con Ustedes este cuento de mi creación, sepan disculpar algunos errores de sintaxis u forma de escritura, estamos dando los primeros pasos "mas en serio" en este arte que es la escritura.