30 de agosto de 2006
EL REDUCTO FOBAL CLÚ
Siempre que se evocan las glorias deportivas del barrio, nadie menciona las hazañas del Reducto Fútbol Club.
Era un cuadrito como los que se formaban en las esquinas de los barrios, llenos de sueños e ilusiones. Algunos de estos “clubecitos”, crecieron hasta convertirse en verdaderas instituciones deportivas, codeándose con los grandes de nuestro fútbol.
Pero esa no fue la historia de este cuadrito singular, fundado por mi tío, un personaje lleno de anécdotas que lo convirtieron hoy en una leyenda familiar.
Aquellos deportistas domingueros solo les importaba disfrutar del juego, ganar o perder era un asunto secundario. Se dice que esa actitud obedecía al pensamiento “hipie” muy de boga en aquellos tiempos. “El deseo de ganar no nos deja disfrutar de este juego que nos une como hermanos en torno a un balón, llenándonos de amor y paz”, se le escuchó filosofar a uno de mis primos mientras comía su choripan con hongos que, las malas lenguas decían que eran alucinógenos.
El único logro de este club consiste en obstentar el mayor record de derrotas consecutivas. Si no está en el libro Guiness es porque nadie se molestó en llevar un registro de sus campañas deportivas, hasta en eso fueron humildes.
Mis primos eran jugadores claves en el funcionamiento del equipo, sus notables condiciones técnicas les valió el reconocimiento de sus rivales, de tal manera que muchos antes de empezar el partido alegaban lesiones y dolores repentinos, pues nadie quería terminar visitando a un traumatólogo de urgencia.
Mi tía, era la jefa de la hinchada y realmente se hacia sentir. Cuando golpeaban a unos de mis primos por error, ella, además de vociferarle epítetos de grueso calibre al agresor, entraba a la cancha a propinarle unos cuantos carterazos que ni el juez escapaba. Sí, el Reducto era un cuadro familiar, de eso no cabía la menor duda.
Con respecto a los desastrosos resultados deportivos del equipo, se decía que los jugadores y el técnico perdían a propósito, es decir, jugaban para perder. Algo que dio motivo a todo tipo de rumores y comentarios.
Una de las habladurías más difundidas, acusaban a mi tío y a sus compinches de recibir sobornos para que el equipo perdiera, haciendo de este tipo de practicas un negocio muy lucrativo.
De hecho nunca se pudo probar nada, tal vez porque nadie se animo a denunciarlos, ya que después de los partidos, los sospechosos invitaban una vuelta de caña para todos los presentes en el boliche de siempre. Y eso desvanecía las sospechas hasta el otro partido.
Quienes iban a verlos a la cancha cuentan que no jugaban mal, pero con tal de perder, algunos jugadores llegaban al extremo de convertirse goles en contra. Esta actitud fue vista por algunos contrarios como una tomadura de pelo, lo que aparejaba que varios partidos terminasen en la comisaría.
Sucedió que a segundos del final de un partido contra el Satélite, la pelota tras hacer una carambola de piernas entró en el arco rival, terminando aquel encuentro uno a cero a favor del Reducto.
Los vencedores abrumados por aquel triunfo no esperado apelaron el resultado, pero el asombrado juez no dio a lugar, decretándose así la primera y única victoria de aquel equipo pintoresco
Este suceso desencadenó una profunda crisis en aquel grupo de muchachos, produciendo alejamientos, amistades rotas y hasta el cierre del boliche donde paraban. Los pocos que quedaron, es decir mis parientes, decidieron disolver el cuadrito y exiliarse del barrio para siempre.
Era un cuadrito como los que se formaban en las esquinas de los barrios, llenos de sueños e ilusiones. Algunos de estos “clubecitos”, crecieron hasta convertirse en verdaderas instituciones deportivas, codeándose con los grandes de nuestro fútbol.
Pero esa no fue la historia de este cuadrito singular, fundado por mi tío, un personaje lleno de anécdotas que lo convirtieron hoy en una leyenda familiar.
Aquellos deportistas domingueros solo les importaba disfrutar del juego, ganar o perder era un asunto secundario. Se dice que esa actitud obedecía al pensamiento “hipie” muy de boga en aquellos tiempos. “El deseo de ganar no nos deja disfrutar de este juego que nos une como hermanos en torno a un balón, llenándonos de amor y paz”, se le escuchó filosofar a uno de mis primos mientras comía su choripan con hongos que, las malas lenguas decían que eran alucinógenos.
El único logro de este club consiste en obstentar el mayor record de derrotas consecutivas. Si no está en el libro Guiness es porque nadie se molestó en llevar un registro de sus campañas deportivas, hasta en eso fueron humildes.
Mis primos eran jugadores claves en el funcionamiento del equipo, sus notables condiciones técnicas les valió el reconocimiento de sus rivales, de tal manera que muchos antes de empezar el partido alegaban lesiones y dolores repentinos, pues nadie quería terminar visitando a un traumatólogo de urgencia.
Mi tía, era la jefa de la hinchada y realmente se hacia sentir. Cuando golpeaban a unos de mis primos por error, ella, además de vociferarle epítetos de grueso calibre al agresor, entraba a la cancha a propinarle unos cuantos carterazos que ni el juez escapaba. Sí, el Reducto era un cuadro familiar, de eso no cabía la menor duda.
Con respecto a los desastrosos resultados deportivos del equipo, se decía que los jugadores y el técnico perdían a propósito, es decir, jugaban para perder. Algo que dio motivo a todo tipo de rumores y comentarios.
Una de las habladurías más difundidas, acusaban a mi tío y a sus compinches de recibir sobornos para que el equipo perdiera, haciendo de este tipo de practicas un negocio muy lucrativo.
De hecho nunca se pudo probar nada, tal vez porque nadie se animo a denunciarlos, ya que después de los partidos, los sospechosos invitaban una vuelta de caña para todos los presentes en el boliche de siempre. Y eso desvanecía las sospechas hasta el otro partido.
Quienes iban a verlos a la cancha cuentan que no jugaban mal, pero con tal de perder, algunos jugadores llegaban al extremo de convertirse goles en contra. Esta actitud fue vista por algunos contrarios como una tomadura de pelo, lo que aparejaba que varios partidos terminasen en la comisaría.
Sucedió que a segundos del final de un partido contra el Satélite, la pelota tras hacer una carambola de piernas entró en el arco rival, terminando aquel encuentro uno a cero a favor del Reducto.
Los vencedores abrumados por aquel triunfo no esperado apelaron el resultado, pero el asombrado juez no dio a lugar, decretándose así la primera y única victoria de aquel equipo pintoresco
Este suceso desencadenó una profunda crisis en aquel grupo de muchachos, produciendo alejamientos, amistades rotas y hasta el cierre del boliche donde paraban. Los pocos que quedaron, es decir mis parientes, decidieron disolver el cuadrito y exiliarse del barrio para siempre.
FERCHU
4 comentarios:
Jajaja me da mucha gracia este cuento, qué bueno Fer, seguí publicando!!!
Bienvenido al Clú.
Me encantó el estilo, con ese color de hoja vieja y todo. Muy bueno. Arriba.
holaaaaaaaaaaa
bue esta vez no me toco ser el primero. che a uien le punguiaste la template ta muy buena. suerte con tu blog por cualquier consulta toy a las ordenes.
por cierto... deja ue los no registrados en blogger tambien comenten, es una buena forma de hacerte conocer mas
Si ayer me acorde muchos de sus protagonistas je
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