26 de noviembre de 2009
Mis pies saben de memoria el camino al apartamento, lo que aprovecho para revolotear por mi mente, posándome en de cada pensamiento en forma aleatoria. La brisa suave de la tarde, trajo consigo un aroma familiar que corrió las páginas de mis recuerdos hasta dejarla en esas hojas, donde cuentan mis vivencias en la calle Ramón Márquez.
Como olvidar aquel jardín de flores y plantas multicolores, fruto de la dedicación amorosa de aquellas dos mujeres que con mayor esmero, también supieron cultivar mi alma.
Parece que fue ayer contemplar a Sandy, mi simpática collie, pasearse entre los canteros, buscando a su compañera de juegos, una vieja gata blanca con lunares negros.
Sobre un costado cerca de la puerta, estaba plantado el responsable de aquel perfume dulce que causaba admiración y envidia en los visitantes, es verdad, nadie pasaba indiferente ante su presencia. Era el regente indiscutido de ese mundo intermedio entre la casa y la calle.
En las tardes de verano, al amparo de su sombra, se armaban rondas de mate ya sea en familia o con los amigos. Cuantas historias contaría si hablara ese arbusto, pero como un monje cartujo las guarda en silencio.
Fue cómplice de mi galantería con las chicas del barrio, cuando atraídas por su fragancia, les obsequiaba un ramillete mas un piropo de yapa. Así conocí Andrea, mi primera novia de la adolescencia.
Varios aromas pugnaban por imponerse en aquel florido lugar, pero ninguno lograba superarlo, su máximo competidor provenía de la fabrica de café a la vuelta de casa, siempre a media tarde se colaba en nuestro hogar, cual si fuera una promotora intentando convencernos de las bondades de aquel producto del que solo mi hermano tenía cierta predilección.
La llegada de tiempos difíciles no solo disipó ese delicioso incienso, sino que además, enmudeció para siempre aquella sirena obrera que anunciaba el inicio de una nueva jornada.
Nuestro árbol quedo solo, como el último de una raza de seres mágicos capaz de conjurar los gases tóxicos que lanzaban esos monstruos de metal que iban de un lado para otro, sin sentido alguno.
Sus troncos delgados se alzaban al cielo, como una mano abierta de múltiples dedos verdes, ofreciendo con generosidad su deleitable perfume, por eso, todas las navidades lo condecorábamos con luces de muchos colores en reconocimiento a sus aromáticos servicios
Una vez más, volvieron a soplar vientos de cambios y esta vez, la copa de ajenjo estuvo servida en nuestra mesa. La venta de la casa fue la única solución viable para salir de esa angustiosa situación economica.
Mamá no encontraba consuelo, no podía llevarse todas sus plantas, sobretodo el jazminero que tanto habían cuidado con mi abuela, si bien se llevo algunos gagos con la esperanza que su perfume siguiera acompañándonos, estos se negaron a florecer. Una etapa llegaba a su fin y otra se abría, como esa flor de pétalos blancos, liberando su bálsamo de esperanza sobre nosotros.
De regreso al presente, tome unos ramilletes de jazmines de aquel puesto callejero y en un ritual de comunión, los olí una vez más y agradecí aquel jazminero que impregno con su fragancia esa etapa de mi vida.
6 comentarios:
Bueno, ya te lo dije por mail. Me gustó mucho y me hizo recordar olores en la casa de mi abuela.
A mi también me gustó mucho, hasta me parecía sentir el olorcito de los jazmines!!!
Muy buen relato.
Los olores familiares son evocadores, yo lo sé muy bien.
Paso por aqui por primera vez,y es como que este relato me estaria esperando,me encanto,cuanto me hizo acordar a la casa d mi abuela en Florida(Pcia.de Bs.As)fui tan feliz alli,me acorde del limonero,las `plantas de tomates y el jazmin que junto con la parra nos daban sus perfumes,me hiciste volver a mi niñez y a extrañar a un monton de personas queridas que ya no las tengo al lado mio,gracias.-
yo tenía un collie, que cagaba que daba miedo, ni los jazmines tapaban esa baranda..
Buen relato igual, poético
Hermoso Ferchu, me hizo acordar a esta canción.
http://www.youtube.com/watch?v=UcWOLulI-fM
la cuelgo en facebook
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