MILAGROS MOTORS

5 de noviembre de 2006


Aquella venta se había trancado por esas coincidencias del destino, el cliente conocía la historia que se escondía detrás de aquel simpático escarabajo azul.
El dueño de la automotora me presionaba para concretar la venta, ya que necesitaba ese dinero para cubrir una de las tantas deudas que tenía la empresa.
No podía creer lo que escuchaba desde el otro lado del teléfono, el cliente a pesar que le gustaba el vehículo, no lo compraba porque había sido de un macumbero vecino suyo y como cristiano no iba a subirse a un auto endemoniado, así se lo diéramos regalado.
Aquella tarde hice surcos en el salón de ventas. Solo un milagro puede sacarme de esto pense, al instante mis ojos brillaron. ¡Ahí estaba la solución ante mis ojos y no me había dado cuenta! Era una idea descabellada, hasta podría perder el trabajo inclusive, pero algo me decía que funcionaría.
Visité a un amigo estudiante de teatro y le conté la idea. Me pregunto serio que estaba fumando, después de convencerlo que solo era adicto a la yerba mate, accedió a participar en mi plan, no sin antes recordarme que antes de entrar al negocio de los autos era otra persona.
El día había llegado, Daniel mi amigo, vestía un blanco traje con Biblia y todo, frente a mi, Rodríguez el prominente comprador del fusca azul.
-“El pastor Daniel Sosa va a exorcizar el auto para que Usted se lo lleve.”- Dije codeando a mi amigo para que no soltara la risotada y me siguiera el hilo.
Rodríguez lo saludo con gran respeto y nos dirigimos a rescatar aquel auto del poder de las tinieblas.
Mi amigo, compenetrándose totalmente con su personaje comenzó a gritar oraciones alzando la Biblia al cielo, mientras el mecánico desde la fosa se persignaba por las dudas.
Al cabo de una hora, Daniel exhausto se acerco a mi cliente que ansioso esperaba el parte de aquella batalla espiritual y con voz agitada habló: -“Hermano, costo pero el inmundo salió, este auto esta liberado, va a tener que ofrendarme algo porque así me lo revelo el Señor.”-
El hombre sin titubear abrió la billetera y le entrego cien dólares ante mi cara de estupor. Rápidamente “el santo varón” se despidió de todos los presentes sin darme tiempo a pedirle mi parte, porque después de todo el libreto y el cliente eran míos.
Al cabo de unos cuantos días, el fusca azul hacia su aparición por el portón de la automotora, temí lo peor, las quejas sobre el auto, pero no fue así, Rodríguez vino acompañado con un hermano de su iglesia para comprar un auto, siempre y cuando tuviera la bendición del pastor Daniel Sosa.
Le dije que no había problema, pero por cuestiones de ética religiosa, la ofrenda la recibiría yo por adelantado, pues el pastor solo tiene manos para bendecir, no para tocar dinero.
Cuando mi jefe se enteró de los pormenores de la venta, me mando a llamar enseguida a su escritorio, mientras caminaba a su oficina pensaba que excusa decirle, pero mis nervios jugaban en mi contra, nada se me ocurría, esta vez estaba perdido.
Mis compañeros me saludaban como si fuera una despedida, pues todos conocíamos las explosivas reacciones de Don Darío en estos casos.
Resignado cerré la puerta y me senté frente al jefe esperando que me cayeran sus gritos, sin embargo Don Darío me felicitó y reímos juntos de los pormenores de esa venta. Luego me miró fijo y me preguntó: ¿Su amigo el actor, no se anima hacer de alguacil? Porque tenemos que sacarle el auto a Sambucetti que ya nos debe 8 cuotas y en el juzgado la cosa va para largo... ese auto además lo necesito para cerrar un negocio la semana que viene.

NOTA: Esta basado en un hecho real pero muy condimentado por apreciaciones personales, de mis tiempos cuando trabajaba en una automotora.

1 comentarios:

Mariolo dijo...

Nuestro querido Fusquita !!!
Sólo reiteraré lo que comenté cuando lo leí hace varios meses; me hizo reir mucho y a la vez reafirmar que hay gente que cree en lo que sea, con tal de creer.
El Ferchu, un genio escribiendo.