18 de setiembre de 2009
La entrada al puerto de Bahamas fue algo espectacular, el agua esmeralda, las playas hermosas... cruceros y sobre todo un velero español muy majestuoso, nos estaban esperando.
Una vez que arribamos, bajamos para un tour por la parte histórica de la ciudad, nos pareció mucho más enriquecedor conocer ese lado de la isla del que poco se menciona, algo así como “La otra cara de Nassau”, pero sin Alonso.
No nos atrajo mucho ir al lujoso “Complejo Atlantis”, no sé, tal vez la cara del asesor de compras que salía en la televisión del crucero haya influido en nuestra decisión, tenía cara de vendedor de autos usados, daba menos confianza que la defensa de Peñarol.
Dicho complejo según la promoción del crucero, ostenta de un lujo que jamás imagine que existiera en la tierra, no exagero, allí hay un centro comercial que se te caen las medias y te tiembla la billetera. ¡¡ Por el viejo Platón, Atlántida hubo una sola, no me la bastardeen así, por favor!!
Así que, por salud económica, con Mariela nos subimos a la camioneta ya contratada junto con otros turistas y salimos a conocer la pintoresca ciudad de Nassau.
La ciudad es muy humilde, se nota que esta descuidada, antes estaba bajo la administración inglesa, pero solo los uniformes de los policías, tenían cierta reminiscencia de la anterior administración.
Paseamos por una ciudad de calles estrechas, sin árboles, como dije antes, muy descuidada, se veía muchas casas humildes, solo el centro de la ciudad estaba digamos aceptable, transitado por muchas personas, en su mayoría turistas. Pasamos por la antigua Catedral y por la iglesia bautista del chofer que con mucho orgullo mostraba el viejo galpón que oficiaba de templo. Pero que le ibas a criticar al morocho que media dos metros y tenía unas manos que si te agarraban, te dejaba dando vueltas como un trompo por todo Bahamas.
Fuimos a un castillo, o un puesto de baterías de cañones que custodiaban la bahía de los piratas u otras visitas indeseables.
El lugar era pequeño y no estaba en buen estado, una pena, porque podrían hacer un museo u algo así, solo había un par de cañones, pero desde allí tenías una vista muy buena. A la salida estaba un mercado de chucherías, al mejor estilo de nuestras ferias artesanales. Mucha gente dando vueltas, por precaución no sacamos nada de valor a relucir. Compramos sí algunos souvenirs. De regreso nos topamos con un veterano que nos explicaba sobre la historia de un pasaje natural, como una cantera escalindada que usaban los soldados para replegarse y/o trasladarse a otro punto de la isla rápidamente. Con solo ver las escaleras e imaginarme bajarlas y subirlas, ya me dolían las piernas, así que solo me conforme nomás con mirar a la sombra de un árbol.
Otra construcción que nos mostraron como la novena maravilla del mundo, fue la torre de agua, que es un inmenso tanque de agua, no sé, me dio una sensación rara, que aun me cuesta definirla, es como si le mostraras a unos extranjeros los tanques de OSE del Cerrito de la Victoria como una de las mejores construcciones de la ciudad.
La zona me parecía a la de un barrio de la zona sub urbana de Montevideo, no te miento, ahí te das cuenta que hay dos realidades en las Bahamas, no todo es el complejo “Atlantis”, valor. Hay algo que las agencias de viaje se olvidaron de contarnos de este paraíso del caribe.
El otro punto del tour, fue al zoológico, que lugar peculiar, un lugar ecológico, con muchas plantas, me hizo acordar por momentos al jardín de mi vieja que tenía en la casa de Ramón Márquez, pero con la única diferencia que las fieras eran una gata vieja y una simpática collie. Los bichos, eran fundamentalmente fauna de la zona. Había unos loros de hermosas y coloridas plumas, los podías tocar pero antes había que lavarse las manos, a pesar de lo humilde que era el lugar, los empleados se esmeraban en cuidarlo.
Desde unos árboles, los leopardos miraban resignados como los flamingos se paseaban frente a su jaula con total desparpajo.
También estaban una coquetas aves, entre ellas un pavo real que desplegó todo su fino plumaje, era la vedette del lugar, parecía decirnos con su actitud, “mírenme estoy acá”.
Luego vino el espectáculo singular de los flamingos amaestrados por un entrenador muy especial. El hombre vestía un traje militar, color crema, lentes dorados como los que usa el planchaje por estos lares y unos championes rojo que le hacían juego con su pañuelo atado al cuello.
Lo cierto que el hombre emitía un sonido gutural gracioso que lograba formar a todos las aves y que lo siguieran como los perros a su dueño. A partir de ese momento, acuñamos ese sonido gutural para decirle al otro que se apure ante la mirada extraña de los vecinos.
A la vuelta recorrimos los comercios del lugar, si no fuera por el idioma y los garotos, diría que estaba en el Chuy. La ropa y los souvenirs, no estaban tan baratos como en Miami, es más tampoco la atención era muy buena que digamos. En un lugar, tuvimos que esperar a que la cajera terminara de conversar para pagar. No les importa, porque siempre están llegando legiones de turistas, si vos no le compras, el que llega atrás si.
Antes les vendían espejitos de colores, ahora es al revés, te lo venden a vos.
La Aduana de Nassau es bien como lo presentan esas películas que se desarrollan en el “patio trasero” del imperio.
A la vuelta, cuando reingresamos a yanquilandia, el oficial de aduana puso su cuota de suspenso; miraba mi visa, me miraba a mí, volvía a mirar la visa, otra vez me miraba… yo quietito y serio como blandengue, hasta que por fin, se canso de jugar al serio y me dejo pasar.
5 comentarios:
Creo que fue uno d elos momentos de más risa entro nosotros cuando nos dijeron que nos encontráramos en el Flamingo's arena para ver el espectáculo de esos bichitos jajajajajajaja, con ese nombre esperábamos un lugar woww,peor era un círculo de cesped no muy grande rodeado de gradas de madera biennn viejitas y un mastil con la bandera de Bahamas en el medio, de pronto entra el "Entrenador" dando esos gritos y caímos redondos de la risa. hasta ahora me queda la duda si las aves obedecían o se paraban por miedo!!!
Que foto esa al entrar al puerto (supongo), genial.
Yo haría lo mismo, iría para el lado histórico.
Me encantó este paseo, el cuento de él.
Y las fotos.
Fer te felicito, qué hermoso viaje!
Saludos a ti y a Mariela
Silvana
Hermano Ferchu, pero qué bella foto la que nos invita a leer toda la entrada. No sé en qué estaría pensando yo, que inmediatamente la vi, quise copiar la idea para que dejaran la limosna a continuación los lectores. Ya sabes, hay que ensar en cómo comprar las hostias para la semana siguiente.
Qué suerte la tuya haber pasado por allí, es un paraíso, me imagino que tu relato se queda corto en cuanto a belleza y buenos sentiientos visitando esos lugares.
Recibe un abrazo y muchas bendiciones, sin pasaporte por supuesto
Estuviste acertado en tu decisión, Ferchu.
Viajar es conocer, tanto lo bueno como lo malo (o lo no tan bueno) de otros lugares.
Es la única forma de tener una perspectiva adecuada, para después comparar.
Un abrazo.
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