27 de octubre de 2007
¡Hoy mientras pensaba que poner en mi blog, recordé el mensaje de texto que me envio mi hermano: “¿Y el patrimonio espiritual?”.
En su momento lo entendi como una broma, pero sin notarlo quedo registrado en mi subconsciente en estado latente, para despertarse ahora, no como un chiste, sino como un sutil reclamo sobre mi patrimonio, no el material que por cierto no es mucho, sino aquellas historias y anécdotas que fui viviendo a lo largo de mi vida, esas que me dicen quien soy.
El patrimonio mas importante no son los objetos, sino las historias que vamos construyendo dia a dia en este camino de la vida.
Por eso, esta vez, volvi abrir el libro de mi vida para compartir esta parte de mi patrimonio vivencial con quien desee recepcionarlo.
Naci en el barrio de Liber Falco, y entrañablemente repito con él en una mistica comunión: “¡Que barrio Jacinto Vera!”
Los primeros diez años de mi vida, los vivi en la calle Lorenzo Fernández e Itapebi. Mis primeros amigos fueron los Ojeda: “Yeya”, “Laura”, “Marcelo” y “Chango”, eran mas, como doce hermanos en total, pero ellos eran de mi edad, mas o menos. En el barrio le decían “los pimientas” porque eran terribles, le daban color al barrio con sus andanzas. Era una familia muy humilde, pero jamás se metieron en el bolsillo cosas que no eran suyas.
Al lado estaba el taller de cromados y niquelados de mis tios y mi padre, muy conocido en su época, hasta que el plástico llegó para cerrar una etapa en nuestra familia. Siempre recuerdo un cliente que venia con un monito, su mascota fiel que lo acompañaba en su trabajo diario. Tambien estaba “el Catalan” que hacia fletes y siempre me hacia bromas, hoy disfruta de su jubilación en su tierra natal.
Siempre me despertaba con el ruido de las pulidoras, aun hoy puedo oírlas y cuando cierro los ojos, me parece ver al tio Lalo tomando mate en su caldera toda sucia de hollín y al tio Cholo señalándome con su dedo mocho, preguntándome si había terminado mis deberes antes de meterme a jugar en el cajon de aserrín con mis autitos y soldaditos.
Sobre el pasillo que comunicaba mi casa con el taller, estaba colgada sobre la pared, en una suerte de balcón la jaula de “Poli” una lora única, conocida por sus rosarios de palabrotas que le propinaba a cuanto pasara por allí, jamás volví a escuchar a otra cotorra con tal verborragia. Mi abuela traia expresamente de Argentina semillas de girasol para Poli que bien merecida se lo tenia, según ella.
En las calles de Jacinto Vera, aprendi andar en bicicleta, los porrazos que me di antes de conquistar el dominio del birodado son innumerables... todavía me duele cuando recuerdo el golpe que me di contra una columna. Vi las estrellas...
De tarde, cuando el club Victoria cerraba sus puertas...con mis amigos escalabamos los muros de tres metros para entrar jugar en la cancha de futbol de salon hasta que viniera el cantinero y nos sacara vendiendo boletines, creo que hoy no podria ni subir un metro.¿Dónde quedo aquella agilidad?
Eran tiempos de Titanes en el Ring y en la rinconada estaba el Taller de Ferreira, su hijo y sus amigos habían hecho un ring y se disfrazaban como los recordados luchadores ¡Que creatividad tenian!. Ellos ademas, habían adoptado una oveja como mascota, parecía un perro en su comportamiento, te salía al cruce si no te conocía, andaba atrás de sus dueños, jugaba con los perros... cerca de un fin de año desapareció misteriosamente...
Siguiendo por Lorenzo Fernández, esta una casa señorial, debe ser una de las construcciones mas antiguas del barrio seguramente. Creía que allí habian fantasmas y pasaba rapidito por las dudas. Hasta salió en un cortometraje nacional donde los protagonistas jugaban al futbol en la calle de empedrado, justo frente a esa casona.
Para mi sorpresa, encontré de puertas abiertas el almacén de Don Pepe, hoy administrado por sus hijos, era un almacén como los de antes, no la frialdad de los supermercados, vos conocías a los empleados, a los dueños, no tenias efectivo, no pasaba nada, te lo anotaban en una libretita y después pagabas, eran tiempos en que tu palabra valía mas que una visa gold.
En la Iglesia San Antonino, su torre sobresale recordando a los vecinos que Dios esta presente a pesar de los Benedictos, fue allí donde me bautizaron, según cuentan el cura era medio revolucionario, sera por eso que no a todo digo amen
Y como olvidarme los sábados de fútbol con el glorioso Zapican, cuyos colores eran celeste para el primero y rojo para la reserva. Los hermanos Huarretche y mi viejo eran los que armaban el cuadro y yo era la mascota oficial, mas tarde llegue a jugar un par de partidos, pero el futbol no era lo mio, igual cumpli el sueño de ponerme la camiseta del club de mi barrio, del cual todavía soy hincha. Aquel Zapican si jugase hoy, a mas de un cuadrito profesional le llenaria la canasta, sin exagerar.
En la esquina estaba el kiosco de Rico, donde compraba figuritas de cuanto albún salía para desgracia de mis viejos, o cambiaba revistas, una costumbre que ya se perdió, prácticamente.
Tampoco puedo olvidarme de la familia Fornos y su hija, Lety mi primer amor, la chica que me cuidaba de niño; le lleguè a confesar que querìa casarme con ella, tendría 5 años, ella se rió mucho y me dijo que era un encanto. Yo contento como perro con dos colas.
Y siempre recuerdo con cariño a Cristina, mi maestra de apoyo escolar, me ayudo mucho a salir adelante, me fascinaba jugar en el piano de su casa, los vecinos no sabían si pedirle que se deshiciera del piano o de mi.
La ultima vez que pasè por mi barrio, cada baldosa parecía saludarme, el porton gris que hacia de arco cuando jugaba con mis amigos, estaba triste, vacío, no se conformaba con ser solo un portòn, añoraba ser arco una vez mas, para conformar aquel viejo amigo, pateé una piedrita que se presto hacer de pelota y este me lo agradeció retumbando sus oxidadas laminas metalicas.
El charco que se formaba con cada lluvia estaba igualito, reflejando las verdes hojas de aquellos arboles compañeros de mis juegos y travesuras.
La columna del alumbrado, con un guiño complice me mostró aquellos dibujos que le estampe cuando niño.
En una despedida del barrio, recorri una vez mas el pasaje peatonal entre el club Victoria y la casa de la madre de los Huarretche cantando bajito “Caminito”...
EL FERCHU
Yo naci en Jacinto Vera.
Que barrio Jacinto Vera.
Ranchos de lata por fuera
y por dentro de madera.
De noche blanca corria,
blanca corria la luna
y yo corria tras ella.
De repente la perdia,
de repente aparecia
entre los ranchos de lata
y por dentro de madera.
Ah luna, mi luna blanca,
Luna de Jacinto Vera.
Liber Falco
En su momento lo entendi como una broma, pero sin notarlo quedo registrado en mi subconsciente en estado latente, para despertarse ahora, no como un chiste, sino como un sutil reclamo sobre mi patrimonio, no el material que por cierto no es mucho, sino aquellas historias y anécdotas que fui viviendo a lo largo de mi vida, esas que me dicen quien soy.
El patrimonio mas importante no son los objetos, sino las historias que vamos construyendo dia a dia en este camino de la vida.
Por eso, esta vez, volvi abrir el libro de mi vida para compartir esta parte de mi patrimonio vivencial con quien desee recepcionarlo.
Naci en el barrio de Liber Falco, y entrañablemente repito con él en una mistica comunión: “¡Que barrio Jacinto Vera!”
Los primeros diez años de mi vida, los vivi en la calle Lorenzo Fernández e Itapebi. Mis primeros amigos fueron los Ojeda: “Yeya”, “Laura”, “Marcelo” y “Chango”, eran mas, como doce hermanos en total, pero ellos eran de mi edad, mas o menos. En el barrio le decían “los pimientas” porque eran terribles, le daban color al barrio con sus andanzas. Era una familia muy humilde, pero jamás se metieron en el bolsillo cosas que no eran suyas.
Al lado estaba el taller de cromados y niquelados de mis tios y mi padre, muy conocido en su época, hasta que el plástico llegó para cerrar una etapa en nuestra familia. Siempre recuerdo un cliente que venia con un monito, su mascota fiel que lo acompañaba en su trabajo diario. Tambien estaba “el Catalan” que hacia fletes y siempre me hacia bromas, hoy disfruta de su jubilación en su tierra natal.
Siempre me despertaba con el ruido de las pulidoras, aun hoy puedo oírlas y cuando cierro los ojos, me parece ver al tio Lalo tomando mate en su caldera toda sucia de hollín y al tio Cholo señalándome con su dedo mocho, preguntándome si había terminado mis deberes antes de meterme a jugar en el cajon de aserrín con mis autitos y soldaditos.
Sobre el pasillo que comunicaba mi casa con el taller, estaba colgada sobre la pared, en una suerte de balcón la jaula de “Poli” una lora única, conocida por sus rosarios de palabrotas que le propinaba a cuanto pasara por allí, jamás volví a escuchar a otra cotorra con tal verborragia. Mi abuela traia expresamente de Argentina semillas de girasol para Poli que bien merecida se lo tenia, según ella.
En las calles de Jacinto Vera, aprendi andar en bicicleta, los porrazos que me di antes de conquistar el dominio del birodado son innumerables... todavía me duele cuando recuerdo el golpe que me di contra una columna. Vi las estrellas...
De tarde, cuando el club Victoria cerraba sus puertas...con mis amigos escalabamos los muros de tres metros para entrar jugar en la cancha de futbol de salon hasta que viniera el cantinero y nos sacara vendiendo boletines, creo que hoy no podria ni subir un metro.¿Dónde quedo aquella agilidad?
Eran tiempos de Titanes en el Ring y en la rinconada estaba el Taller de Ferreira, su hijo y sus amigos habían hecho un ring y se disfrazaban como los recordados luchadores ¡Que creatividad tenian!. Ellos ademas, habían adoptado una oveja como mascota, parecía un perro en su comportamiento, te salía al cruce si no te conocía, andaba atrás de sus dueños, jugaba con los perros... cerca de un fin de año desapareció misteriosamente...
Siguiendo por Lorenzo Fernández, esta una casa señorial, debe ser una de las construcciones mas antiguas del barrio seguramente. Creía que allí habian fantasmas y pasaba rapidito por las dudas. Hasta salió en un cortometraje nacional donde los protagonistas jugaban al futbol en la calle de empedrado, justo frente a esa casona.
Para mi sorpresa, encontré de puertas abiertas el almacén de Don Pepe, hoy administrado por sus hijos, era un almacén como los de antes, no la frialdad de los supermercados, vos conocías a los empleados, a los dueños, no tenias efectivo, no pasaba nada, te lo anotaban en una libretita y después pagabas, eran tiempos en que tu palabra valía mas que una visa gold.
En la Iglesia San Antonino, su torre sobresale recordando a los vecinos que Dios esta presente a pesar de los Benedictos, fue allí donde me bautizaron, según cuentan el cura era medio revolucionario, sera por eso que no a todo digo amen
Y como olvidarme los sábados de fútbol con el glorioso Zapican, cuyos colores eran celeste para el primero y rojo para la reserva. Los hermanos Huarretche y mi viejo eran los que armaban el cuadro y yo era la mascota oficial, mas tarde llegue a jugar un par de partidos, pero el futbol no era lo mio, igual cumpli el sueño de ponerme la camiseta del club de mi barrio, del cual todavía soy hincha. Aquel Zapican si jugase hoy, a mas de un cuadrito profesional le llenaria la canasta, sin exagerar.
En la esquina estaba el kiosco de Rico, donde compraba figuritas de cuanto albún salía para desgracia de mis viejos, o cambiaba revistas, una costumbre que ya se perdió, prácticamente.
Tampoco puedo olvidarme de la familia Fornos y su hija, Lety mi primer amor, la chica que me cuidaba de niño; le lleguè a confesar que querìa casarme con ella, tendría 5 años, ella se rió mucho y me dijo que era un encanto. Yo contento como perro con dos colas.
Y siempre recuerdo con cariño a Cristina, mi maestra de apoyo escolar, me ayudo mucho a salir adelante, me fascinaba jugar en el piano de su casa, los vecinos no sabían si pedirle que se deshiciera del piano o de mi.
La ultima vez que pasè por mi barrio, cada baldosa parecía saludarme, el porton gris que hacia de arco cuando jugaba con mis amigos, estaba triste, vacío, no se conformaba con ser solo un portòn, añoraba ser arco una vez mas, para conformar aquel viejo amigo, pateé una piedrita que se presto hacer de pelota y este me lo agradeció retumbando sus oxidadas laminas metalicas.
El charco que se formaba con cada lluvia estaba igualito, reflejando las verdes hojas de aquellos arboles compañeros de mis juegos y travesuras.
La columna del alumbrado, con un guiño complice me mostró aquellos dibujos que le estampe cuando niño.
En una despedida del barrio, recorri una vez mas el pasaje peatonal entre el club Victoria y la casa de la madre de los Huarretche cantando bajito “Caminito”...
EL FERCHU
Yo naci en Jacinto Vera.
Que barrio Jacinto Vera.
Ranchos de lata por fuera
y por dentro de madera.
De noche blanca corria,
blanca corria la luna
y yo corria tras ella.
De repente la perdia,
de repente aparecia
entre los ranchos de lata
y por dentro de madera.
Ah luna, mi luna blanca,
Luna de Jacinto Vera.
Liber Falco
4 comentarios:
Que bueno, cada vez que escribis cosas así, lo voy leyendo y recordando mi niñez tambien, mi barrio.
GRACIAS FER
Le faltó música, faltó Roberto Darwin cantanto "barrio de veras, barrio de veras ...Jacinto Vera"
Si es un himno. Tambien me olvide de poner los carnavales sobre la calle itapebi, donde los vecinos arreglaban sus jardines con toda clase de motivos y la comision barrial premiaba al mejor...algo que jamas volvi a ver, una lastima.
Me encantó, también me hizo acordar mucho a mi niñez, la diferencia es que yo vivía en un complejo habitacional y no había calles, o sea, era todo todo todo área de juegos para nosotros jejejejeje, agarrábamos la bici y paseábamos por los 35 edificios y jardines.
Me alegra haber encontrado una referencia popular del barrio jacinto vera. Verás estamos armando con la comision cultura de la comparsa "la jacinta" una muestra de oficios, fotos, documentos, relatos, etc para acercarnos al barrio para que el barrio se refleje a si mismo. Agradezco cualquier aporte y desde ya invitado a esta pequeño aporte desde la jacinta a su barrio, saludos Silvana correo contacto jacintera@hotmail.com
Publicar un comentario